Publicada entre los números de noviembre de 2008 y marzo de 2009 en cuatro partes. Vista como un todo, la novela no está mal pese a contar con varios errores y rellenos varios. Pese a ello, el tono intimista y fluido hace que la obra se pueda leer muy fácilmente.
Una chica de 15 años, ciega de nacimiento, es contactada por un científico japonés porque es muy probable que haya encontrado la cura a su ceguera mediante la recodificación de las señales recibidas por el ojo. Caitlin viaja a Japón y le practican la operación, pero por algún motivo desconocido continua sin poder ver.
Ya en su casa, en Canadá, y tras varias actualizaciones del software, Caitlin empieza a ver, pero no el mundo real, sino una especie de representación de internet… Mientras, algo dentro de la red de redes empieza a cobrar vida y, apoyado en el aparato que ayuda a Caitlin a ver, cobra consciencia de sí mismo…
El argumento no es exactamente ese, pero se le acerca bastante y, como es habitual en todas las novelas de Sawyer, aparte del tono melifluo, la novela acaba con un final feliz, abierto, y asistimos al crecimiento social el intelectual de alguien, revelaciones de la vida incluídas.
No obstante el argumento, la obra deja un sabor de boca un tanto agridulce porque hay dos líneas argumentales que empiezan pero no acaban, más bien se quedan cortadas de golpe, como si el autor tuviera prisa por acabar.
Por un lado está el disidente chino que publica la masacre que el gobierno ha hecho al intentar controlar una plaga de gripe aviar y por otro tenemos a un híbrido de chimpancé que está desarrollando habilidades artísticas pictóricas. En ambos casos el autor nos deja con la miel en los labios, sin contarnos cómo acaba el disidente y el mono, que ha sido reclamado para su sacrificio…
Ciertamente esperamos una segunda parte, ya que el tercer hilo, el de la autoconsciencia de internet, tampoco es que acabe muy fino…
Aparte de lo dicho, la trama argumental cuenta con bastantes tropezones. Los errores del científico japonés que evitan que Cailtlin vea desde un primer momento están demasiado forzados (resulta verdaderamente absurdo que Kuroda olvide que la información enviada por el ojo es analógica en lugar de digital, por ejemplo), así como todas las conversaciones técnicas sobre el funcionamiento de internet que, sin ser del todo falsas, no son todo lo correctas que debieran.
Por otro lado, en el desarrollo del argumento nos encontramos con escenas con errores de bulto, hay veces que Caitlin sabe escribir con un teclado normal y otras no, así como la rapidez en el reconocimiento de las letras casi al final de la obra…
De todos modos, se trata de una obra muy dulce y entretenida.
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